Nos pasa a veces que pensamos que las emociones son incómodas y/o desbordantes, y es verdad: la tristeza que no nos gusta sentir, la ira que reprimimos, el miedo que nos bloquea… lo que pasa, es que tienen que ser incomodas para que las reconozcamos, y más importante, para que las escuchemos y nos pongamos manos a la obra.
Las emociones son esenciales para el ser humano, cada una de ellas tiene una función valiosa y necesaria.
Hoy vamos a ver, un poco más de cerca, a las emociones básicas, denominadas así por ser universales e innatas en cada uno de nosotros y nosotras.
Pero primero:
¿Qué son exactamente las emociones?
Son respuestas automáticas que se producen en cada procesamiento de información, consciente o no, y que implican cambios fisiológicos, de pensamiento y de conducta, ante una situación concreta.
Paul Ekman (1992), identifica seis emociones básicas presentes en todas las culturas: alegría, tristeza, miedo, ira, asco y sorpresa. Estas respuestas no son casuales, tienen un valor adaptativo que ha permitido y permite que nuestra especie pueda sobrevivir y relacionarse entre si.
¿Qué función tienen las emociones?
Todas las emociones, básicas y complejas, tienen tres funciones elementales:
- Motivación: nos mueven hacia algún sitio, a hacer algo
- Adaptación: nos ayudan a ubicarnos en las distintas situaciones que vivimos y reaccionar de manera coherente.
- Social: Nos ayudan a relacionarnos con el mundo y las personas que nos rodean, a empatizar.
Además, cada emoción tiene una función especifica, pretende algo en concreto.
Funciones de las emociones básicas
- Sorpresa: Guía y orientación. Yo la llamo «la antesala de la emoción». Dura menos en nosotros, pues su función es recabar el máximo de información posible de forma rápida para reaccionar de manera adaptativa a aquel estimulo inesperado que ha despertado la sorpresa.
- Miedo: Protección ante un potencial peligro, real o imaginado, nos prepara para huir o defendernos.
- Ira: Pretende que defiendas tus derechos y/o reaccionemos ante injusticias.
- Asco: Pretende que no nos envenenemos, ni física ni socialmente.
- Alegría: Es la emoción social por excelencia, su función es la de ayudarnos a relacionarnos y a la reproducción.
- Tristeza: Paul Ekman decía que si no es la más importante, es de las principales, pues pretende que reestructures tu interior y aumentes tus recursos emocionales.
¿Por qué las sentimos como enemigas?
Si leemos detenidamente la función de cada una de las emociones básicas, es curioso descubrir que, excepto la alegría, todas pretenden y abogan por tu supervivencia y bienestar individual, a todos los niveles y en todos los sentidos.
¡Con lo incomodas que son! ¿Cómo puede ser eso?
Porque tienen que ser incomodas para avisarnos de lo que está sucediendo y que las prestemos atención: hay un peligro, esto no me gusta, me duele haber perdido a esta persona importante, etc.
El problema no son las emociones, sino la manera en que las interpretamos y gestionamos.
Cuando reprimimos o esquivamos constantemente lo que sentimos, fomentamos el malestar llegando incluso a hacernos sufrir.
Es complicado, pero entender e integrar esta idea, para mi, es el primer paso para empezar a relacionarnos mejor con nuestras emociones, escucharla, entenderlas (a veces), y reaccionar y gestionar la situación según las verdaderas necesidades que tenemos en ese momento.
Este primer paso puede empezar por dejar de catalogarlas como «positivas o negativas», ya que todas son necesarias y empezar a definirlas como «adaptativas o desadaptativas».
Una emoción, básica o compleja, va a ser adaptativa hasta que se exceda en tiempo y/o intensidad a la situación dada, es decir, cuando ya no coincida o sea coherente con lo que ha sucedido.
Como señalaba Charles Darwin en La expresión de las emociones en los animales y en el hombre (1872), las emociones han tenido un papel fundamental en la adaptación y supervivencia de nuestra especie.
Vamos a aprender a escuchar las emociones
En vez de verlas como algo que nos limita, vamos a empezar a preguntarles «¿qué hacen aquí?» y así averiguar que necesidades, reales, tenemos.
Preguntas muy útiles:
- ¿Qué me esta queriendo decir esta emoción?
- ¿Dónde la siento?
- ¿Qué necesito?
- ¿Cómo puedo darme permiso para expresarlo de forma sana?
Cada emoción va a necesitar una respuesta única y al mismo tiempo, como cada emoción varia según la etapa vital y la circunstancia en la que aparece, vamos a ir desarrollando distintas estrategias, para la misma emoción, teniendo en cuenta el cómo, el cuándo y el dónde.
A medida que vamos creando y desarrollando herramientas, vamos a ir generando el botiquín emocional, sitio al que acudir cuando no tenemos muy claro que hacer con lo que sentimos. La idea es que, al igual que tenemos un botiquín con medicinas y cuando nos duele la cabeza vamos a él a por un paracetamol, tengamos uno igual compartimentado por emociones.
Las emociones son nuestra brújula vital
Las emociones son las encargadas de orientarnos y dirigirnos en la vida.
No siempre son cómodas, pero ser incomodas es la manera que han encontrado para avisarnos de algo, cumpliendo su función de que nos movilicemos y nos preguntemos que necesitamos en ese momento.
Aprender a escucharlas y gestionarlas, es clave en nuestra salud mental y nuestro bienestar.
Si sientes que ha llegado el momento de aprender a relacionarte mejor con tus emociones, la terapia puede ser un espacio seguro para empezar y aprender a hacerlo.
Estaré encantada de acompañarte en este proceso. Puedes contactarme a través de mi página web aquí para más información o para agendar una primera sesión.
Tu bienestar es importante.
No tienes que pasar por esto sol@.
Tu mano amiga.

