Desde que nacemos, aprendemos a relacionarnos a través de los vínculos. Puede ser un concepto algo abstracto: los sentimos en la piel, en la mirada y en la manera en que nos sostenían o no cuando éramos pequeños. Yo suelo explicar en consulta que las formas en que hoy me acerco, confío o me alejo de los demás tienen mucho que ver con esos primeros aprendizajes emocionales.
¿Qué es un vínculo seguro?
Un vínculo seguro es aquel que me permite sentir que puedo confiar en el otro y en mí. No significa dependencia absoluta, sino equilibrio entre cercanía y autonomía.
Cuando cuento con un vínculo así:
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Me siento aceptado/a y validado/a.
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Puedo expresar lo que siento sin miedo constante a ser juzgado/a.
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Tengo la seguridad de que, si algo va mal, puedo apoyarme en el otro.
John Bowlby, considerado el padre de la teoría del apego, explicó que este tipo de vínculo es una “base segura” desde la que explorar el mundo.
¿Y qué ocurre con los vínculos inseguros?
No todos hemos tenido esa base sólida. A veces, aprendimos que nuestras emociones no eran siempre bien recibidas, o que el afecto llegaba de manera impredecible.
En estos casos, pueden aparecer formas de relación menos equilibradas:
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Apego ansioso: me cuesta confiar en que el otro se quede, necesito constante confirmación.
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Apego evitativo: me protejo manteniendo distancia, me incomoda depender o mostrar vulnerabilidad.
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Apego desorganizado: vivo la relación con mezcla de deseo de cercanía y miedo al rechazo o al daño.
¿Cómo reconocerme en mis vínculos actuales?
Yo misma me pregunto a veces: ¿me acerco con confianza o con miedo?, ¿me alejo para protegerme o para mantener autonomía?, ¿busco a los demás con calma o con ansiedad?
Este tipo de autoobservación es clave para identificar patrones.
Ejemplo cotidiano
Imagina que escribes un mensaje a un/a amigo/a y tarda horas en responder.
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Con un apego seguro, pienso: “seguro está ocupado/a, ya me contestará”.
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Con un apego ansioso, me preocupo: “¿habré dicho algo mal? ¿ya no me quiere como antes?”.
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Con un apego evitativo, decido no volver a escribir: “mejor no necesito de nadie”.
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Con un apego desorganizado, puedo sentir a la vez deseo de insistir y ganas de cortar la relación.
Verme reflejado/a en estas reacciones me ayuda a entender mejor mi manera de vincularme.
¿Se pueden cambiar los patrones de apego?
La buena noticia es que sí.
A través de la terapia, experiencias de confianza y relaciones sanas, se puede desarrollar un apego más seguro en la adultez.
Como dice Mary Ainsworth, colaboradora de Bowlby: “La seguridad en el apego se construye, no se hereda”.
Yo he visto cómo, paso a paso, las personas logran construir relaciones más equilibradas al aprender a reconocer sus emociones, poner límites y atreverse a mostrarse tal y como son.
Si sientes que necesitas un espacio seguro para hablar sobre tus vínculos, conocer tu estilo de apego y aprender a construir relaciones más sanas, la terapia puede ser un espacio para aprender nuevas herramientas de autoconocimiento, afrontamiento, estrategias de reconocimiento y gestión emocional y ganar confianza para hacerlo.
Estaré encantada de acompañarte en este proceso.
Puedes contactarme a través de mi pagina web aquí para más información o para agendar una cita.
Tu bienestar es importante.
No tienes que pasar por esto solo o sola.
Tu mano amiga.